ACI (AstraCore Industries)

  • Rol: conglomerado euro‑árabe con brazo de seguridad y auditorías sorpresa.

  • Ventaja: control de Luna/Ceres, acceso a contratos “blancos” de dotación.

  • Riesgo: su rigor de compliance puede detener operaciones a segundos del embarque.

En Ceres, Muelle 12, un pitido seco corta el murmullo y te obliga a parar las ruedas. Un auditor de ACI ni te mira: alza el escáner, la luz respira verde‑ámbar‑verde. La caja vibra bajo tus guantes; dentro no hay nada ilegal, solo piezas que suenan a trabajo. Con ACI eso nunca bastará. Ellos no persiguen lo prohibido: administran lo permitido. Si un papel respira fuera de compás, la física se detiene.

Esa es su ecuación en Luna y en Ceres: corredores blancos donde las aseguradoras duermen y los ingenieros llegan a tiempo. ACI vende minutos sin fricción. Te comprueban atmósferas, precintos, tiempos de exposición; te auditan hasta el cansancio, pero cuando sus sellos viven en tu manifiesto, los robots‑grúa vuelan como si llevaran prisa propia. ACI no abre puertas: las vuelve inevitables.

Un operador de astillero te susurra: “Si ACI lo firma, la carga existe”. A eso juegan. Gestionan licencias, cupos de aire, turnos de atraque, pases de personal y trazas de energía. Lo llaman “compliance”; para ti es la diferencia entre cobrar el viernes o explicar el lunes por qué un lote quedó varado en órbita. Su poder no se exhibe, se consulta: dashboards cifrados, semáforos invisibles, alertas que cambian el rumbo de una semana.

Cuando algo huele a riesgo, no gritan. Cambian un color en un panel. Un contenedor se queda anclado, dos pasarelas se desprograman, el seguro te pide una cifra imposible. ACI no dispara; suspende el tiempo hasta que el universo vuelve a su estándar. Y cuando por fin te dejan pasar, nadie te da las gracias. Ese es el contrato: el vacío sin sorpresas.

Xeno‑I+D (ACI): En Tierra, ACI custodia accesos administrativos a Egipto y Antártida, define protocolos de autenticidad y audita laboratorios externos. Su unidad envía peritos que huelen los falsos a una temperatura de archivo y apagan operaciones grises con un cambio de semáforo. No corren detrás del hallazgo: lo certifican. Un sello ACI convierte una piedra muda en dato utilizable.

NIO (Nova Industria Orbital)

  • Rol: extracción y transporte de metales; integrador ágil.

  • Ventaja: velocidad en compras y despliegues; documentación “creativa”.

  • Riesgo: deja trazas en circuitos grises; cambios de manifiesto “en caliente”.

Psyche silba polvo metálico y NIO ya ha montado una línea de procesado donde ayer no había nada. Dicen que trabajan con “oleadas de técnicos”: cuarenta credenciales que brotan, soldan, sellan, desaparecen. Lo que ves es velocidad vestida de orden: integración en caliente entre asteroide, órbita y superficie, manifiestos que cambian sin agitar el agua.

NIO no presume de minas: presume de trayectorias. Si necesitan mover 80 toneladas de cascarilla a Valles Marineris antes de que se cierre una ventana, usan mulas de vacío, cambian placas en tránsito y paren un “punto intermedio” en la nada para recomponer el rompecabezas. A sus clientes les venden un espejismo honesto: “mañana a las 09:00”, y a menudo mañana llega hoy.

En su idioma, la materia es un verbo. Mueven metal, pero también silencios: saben dónde no dejar huella y dónde dejarla brillante. Si ACI es el semáforo, NIO es la zanja que aparece de madrugada y, al amanecer, ya tiene barandilla, señalización y una cuadrilla desayunando. Rápidos, discretos, con documentación que respira justo lo suficiente.

Los ves en Marte y en el Cinturón: furgones presurizados, drones pasillo, operarios que parecen haber trabajado allí toda la vida. Si el CMA estrecha el embudo, NIO lo desenrosca un centímetro. No hablan de contrabando; hablan de prioridades técnicas. Tu carga no “se cuela”: encaja. Y cuando firmas la entrega, el rumor ya corre por los pasillos: “NIO lo trajo. ¿Cuándo? Antes.”

Xeno‑Prospección (NIO): Drones magnetométricos, georradar en vacío y cuadrillas de 48 horas para extraer, catalogar y desaparecer. NIO compra indicios en el mercado negro, cruza referencias y entrega “paquetes arqueológicos” sin pronunciar la palabra. No promete reliquias: promete llegar primero y salir limpio, dejando la zanja tapada y un inventario que parece de mantenimiento.

KHS Kurosawa Heavy Systems (el latido del hierro)

  • Rol: ingeniería pesada, astilleros y mantenimiento.

  • Ventaja: subcontratas y credenciales redundantes que facilitan coberturas.

  • Riesgo: su red es tan amplia como porosa.

Ganímedes, turno de noche. Una TS‑22 Tsuru duerme bajo focos de sodio, abierta como un animal en cirugía. KHS no dice que construye: mantiene. Manuales que solo ellos entienden, ciclos de parada que huelen a grasa limpia y revisiones que devuelven a la materia su fe. Si algo se mueve en dock o cúpula, hay una mano KHS que lo vuelve a poner en ritmo.

Su mapa es una retícula de astilleros, refinerías y talleres que no cierran. Te venden “uptime” como si fuera oxígeno: certificaciones que reabren puertas, repuestos que aparecen del aire, equipos que aterrizan en Titán con la precisión de un metrónomo. KHS despliega subcontratas como piezas redundantes de una máquina mayor: cambias un eslabón y el conjunto canta igual.

Cuando las colonias tiemblan, KHS luce más: compensa vibraciones, recalibra bombas, doma criogenia obstinada. A otros les compras piezas; a KHS le compras la certeza de que mañana todo seguirá girando. Saben negociar con aduanas y con física: si un sensor no firma, ellos le enseñan a escribir. Si una compuerta bosteza, ajustan su sueño hasta hacerlo útil.

A veces, su porosidad les delata: tanta red deja huecos. Pero es justo esa red la que sostiene el día a día de Ganímedes a Saturno. No son héroes; son el latido. Y cuando la Tsuru cierra su lomo y sube al ascensor orbital, nadie aplaude. Solo vuelve el ruido de fondo: la seguridad discreta de saber que KHS ya pasó por allí.

Xeno‑Ingeniería (KHS): Salas limpias, contención criogénica y reversión de firma: KHS no corre tras reliquias, las hace hablar. Su porosidad ocasional alimenta leyendas, pero su virtud es otra: convertir hallazgos dudosos en módulos estables o desenmascararlos sin drama. En Titán y Ganímedes, sus bancos de prueba separan tecnología antigua de teatro convincente.

CMA Consorcio Marciano Autónomo

  • Rol: Autoridad aduanero-técnica de Marte que regula accesos (Phobos Gate/Valles Marineris), cupos energéticos y firmas EM.

  • Ventaja: Palanca única para abrir o detener operaciones —su sello legitima rutas, seguros y prioridades.

  • Riesgo: Cuello de botella vulnerable a discrecionalidad, captura corporativa y filtración del sitio arqueológico encubierto.

Phobos Gate no huele a ley; huele a criterios. Masa, energía, firma electromagnética. El agente levanta la placa azul y tu módulo se confiesa: o late como debe o hoy no pisan suelo. El CMA no compite; ordena. Define cupos de celdas, valida precintos, decide qué entra a Valles Marineris y cuándo. Si tu calendario no conversa con el suyo, tu misión se disuelve como polvo en tormenta.

No buscan contrabandistas con gabardina; escuchan latidos. Un Silent■Sig mal parametrizado, una celda EC que canta fuera de tono, una lectura que se repite con dos décimas de deriva. Entonces todo se extingue en burocracia exacta: requisado preventivo, sala fría, “vuelva con el módulo en conformidad”. El CMA protege un equilibrio frágil: demasiada energía sin firma es una promesa de catástrofe.

Para las corporaciones, el CMA es obstáculo y alivio a la vez: molesta cuando aprieta, salva cuando equilibra. Sus controles no paran el progreso; lo sincronizan. Un convoy con sello CMA atraviesa Marte con la autoridad de una idea clara. Si quieren, abren un carril en el desierto y el desierto obedece.

A ti te enseñan una lección simple: en Marte, el tiempo no es tuyo. Es de quien marca el compás. Y ese compás, hoy, lo sostiene un puñado de placas azules que no negocian con intenciones, solo con lecturas que cuadran.

Oficina Arqueológica Roja (CMA): No excava épicas: administra silencios. Controla cupos de excavación técnica, credenciales de campo y movimiento de muestras. El complejo encubierto permanece donde siempre estuvo: bajo lecturas que cuadran. Si una pieza pide gritar, la cámara baja dos grados y el expediente cambia de nombre.

ARES Armory (la voz del gatillo)

  • Rol: Fabricante de armamento inteligente (ecosistema MARS EAGLE) con biolock, celdas EC y telemetría para dotaciones “blancas” y seguridad corporativa.

  • Ventaja: Trazabilidad auditable end-to-end (biolock + telemetría) que legitima el uso y abre contratos de alto compliance.

  • Riesgo: Dependencia de cupos/precintos del CMA y exposición a clones/falsificaciones o hacks de firma EM que erosionan la confianza y bloquean operaciones.

El armero apoya la MARS EAGLE sobre el banco y murmura tu nombre. No para hablarte: para que el arma te reconozca. El Biolock hace su coreografía muda; un LED respira cuando el acuerdo es completo. ARES no vende pistolas: vende ecosistemas. Firmware, telemetría, celdas EC‑S/EC‑Long que se comportan como si fueran música, dashboards que susurran a los supervisores que todo está en rango.

En el papel, su negocio es sencillo: dotaciones “blancas” a seguridad, escoltas, operadores con uniforme que huele a norma. En la práctica, ARES administra algo más delicado: confianza. Si un arma dispara, alguien tiene que poder jurar que debía disparar. Si no dispara, que debía callar. Entre ambos extremos hay actualizaciones, licencias, cupos que el CMA bendice o detiene, y una marea gris donde otros imitan lo que ARES firma.

En el bajo mercado circulan clones, piezas que prometen atajos. Funcionan… hasta que una lectura pide cuentas. La voz del arma no miente: la telemetría recita quién, cuándo, con qué celda, en qué estado. ARES te alquila ese rastro con elegancia quirúrgica. Si bajan el pulgar, tus escoltas se vuelven peso inerte; si lo suben, una puerta hostil entiende que hoy traes permiso.

Usar una EAGLE es entrar en un contrato con la causa y el efecto. No es romanticismo: es infraestructura. En un sistema de colonias con demasiadas manos y demasiados impulsos, ARES ofrece un gatillo que no improvisa. Y en noches inquietas, esa previsibilidad es la única poesía que algunos se permiten.

Xeno‑Retroingeniería (ARES): Bancos de prueba para firma EM y materiales no convencionales, buscando integrar vestigios en módulos de seguridad. ARES compra piezas en negro solo para aprender a distinguirlas: no colecciona reliquias, depura señales. Cuando un artefacto es auténtico, suena distinto en la telemetría; ARES no lo venera: lo afina para que no dispare donde no debe.